Apenas ayer me asomaba a la ventana esperando verte… pero sé que esa espera será inútil. Apenas ayer le confesaba a una persona lo que deseaba tanto y porque miraba hacia la ventana. Apenas ayer me encontraba llorando en los brazos de esa persona, inconsolable y pensando en ti!
Debo confesarte que tu “sorpresa” no me agrado y que en cuanto pude salí corriendo en dirección contraria a la que tú te encontrabas. Me solté a llorar como una idiota sin motivo aparente, pero dentro de mí lo sabía todo. Esos sentimientos que durante varios días había logrado encerrar emergían de lo más profundo de mí ser.
Sentí tantas cosas… odio & amor, coraje & tranquilidad, frustración & felicidad, pero sobre todo sentí miedo, ese miedo que te hace temblar y te hace sentir confundida.
Y vaya miedo porque no lo volví a sentir hasta ayer. Estaba feliz por la “fiesta patria & delincuente” que acabábamos de tener, cuando se me ocurrió revisar mi correo y de repente vi escrito tu nombre, no lo podía creer, de inmediato leí el asunto del correo y supe que simplemente se trataba de un reenvío con la palabra ¡azul!
Era ese mismo correo que hacía unos días yo había enviado a varios contactos de mi lista, uno de esos correos sin importancia, una cadena estúpida… y ¡baam! Vaya sorpresa me llevé cuando lo abrí y en el remitente solo estaba escrito mi correo. Vi que la persona que te lo había enviado había sido yo, un simple error que cometí.
No puede ser había estado en estado “zoombie” los últimos días que al reenviar el correo no me di cuenta de a que personas se los enviaba. Me sentí tan culpable, tan estúpida… que debo confesar que casi lloraba por ese horrible descuido de mi parte. No sé qué habrás pensado al respecto, pero en verdad no fue mi intención.
Sé que debo dejar las cosas pasar y que con el tiempo las heridas se irán curando solas.
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