lightbeam

lunes, 18 de junio de 2012

Adiós

La tan esperada cita ya tenía fecha y yo no hacia más que tachar de mi calendario los días restantes. Pero la espera llegó a su fin y la noche anterior a nuestro encuentro estaba ahí. "Finalmente te veré." - Fue mi último pensamiento antes de dormir.
Dos semanas atrás sólo había conseguido tener pesadillas sobre ese momento y ahora estaba tan cerca el final.
Por la mañana tomé dos tazas de té mientras les decía a mis nervios que intentaran relajarse. Ya sabía la ropa que usaría por lo que me tomé mi tiempo en la ducha. Me perfume antes de salir de casa, ya fuera me puse los auriculares y traté de concentrarme en la música que de ellos salía. En el camino me fui repitiendo a mi misma que mi corazón se había quedado en casa, en dado caso que Toda Tú intentara robarlo de nuevo.
Llegué a ese lugar, donde ya una primera despedida había tenido lugar, con diez minutos de retraso. Por suerte tú aún no habías llegado. Me senté a esperarte en la banca frente al consultorio de ese dentista que se ve desde lejos. Cuando volteé hacia la derecha, te vi llegar.
Llevabas tu cabello como tanto me gustaba, y ya sentía envidia del viento que lo hacia bailar. Te acercaste y te saludé con un beso en la mejilla, gran equivocación de mi parte. Inmediatamente quedé inundada en tu aroma y por si fuera poco, el contacto de tu piel con la mía me produjo escalofríos. (¿Habrás sentido lo mismo?)
Caminamos un rato hasta que decidimos sentarnos en una cafetería. Yo escuchaba atentamente todas y cada una de tus palabras, sonriendo en los momentos indicados. Había sido una terrible idea la mía. Tu voz me hipnotizaba, y ni que decir sobre tu sonrisa. Ordenaste un café capuccino, sin más complicaciones, mientras que yo con mis excentricidades, ordené un café pecaminoso. Nos contamos las cosas que habíamos estado haciendo, sin dar demasiada importancia al asunto que nos unía ese día.
Me perdí entre recuerdos de aquel pasado y las esperanzas que tenía para futuro. Me di cuenta que ya era demasiado tarde para continuar pensando de ese modo, la que estaba perdida en el tiempo, ahora, era yo.
Salimos de aquel lugar y caminamos hasta la avenida, me tomaste ambas manos y mis lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, sabía que era el final. Nuestro bonito cuento tenía que terminar. Te di un fuerte abrazo, logrando reconfortarme por dentro y sanar mis heridas. Me soltaste lentamente y me limpié las lágrimas.
Me fui sin más, un sólo gesto con la cabeza fue lo que logré hacer.

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